Texto publicado en el número 6 de la revista Mami ((aqui, su perfil de Facebook)
El
acoso es un monstruo de mil caras, difícil de detectar porque las
víctimas, aterrorizadas, suelen esconder su sufrimiento. Las
consecuencias serán graves en la mayoría de los casos. Y en los
peores llegará hasta el suicidio. El más reciente, el de una niña
murciana que se ahorcó el diez de enero en su habitación. Llevaba
años sufriendo acoso e incluso se había cambiado de centro. <Solo
me hablaban para insultarme> escribió en una carta de despedida
publicada por el diario El Mundo. La policía investigaba ese mismo
mes otro caso en esa provincia. Un chico estuvo a punto de tirarse a
las vías del tren por el suplicio al que lo sometían dos compañeros
por ser homosexual. Afortunadamente, en vez de hacerlo informó a su
familia.
Autolesionarse
es otra de las respuestas a la presión insoportable que puede
suponer el acoso. También a comienzos de año se conocieron al menos
dos casos, el de una niña canaria que hubo de ser ingresada en un
hospital y el de otra en Asturias a la que meses de insultos por su
aspecto llevaron a adelgazar doce kilos y a comenzar a hacerse cortes
en los brazos con una cuchilla. También el caso llegó a la Policía,
según una información publicada en el diario La Nueva España, en
la que se señalaba que, pese a la denuncia y la investigación
iniciada, no se había detectado mejoría en la situación de la
adolescente.
La
reacción puede también ir en sentido opuesto y convertir a la
víctima en agresor. <Pagué mi bulliyng con mis padres>,
confesaba una niña gallega, a la que, cuando tenía once años,
perseguían chicas y chicos de su clase <para quitarle la peluca
que ocultaba su cráneo lampiño por el cáncer>. A los 14 pegaba
patadas a su madre y manotazos a su padre, según el testimonio que
publicaba El Mundo el dos de febrero. Se desahogaba con ellos, porque
sabía que, a pesar de sus agresiones, la seguirían queriendo.
También se hacía cortes en los brazos y se enfrentaba al psicólogo.
Hasta que un día los cortes fueron demasiado profundos, se asustó y
pidió ayuda a sus padres.
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