miércoles, 5 de marzo de 2014

EL LATIDO DE ETIOPÍA

Si no has leído aun <Addis, Addis>, el libro de Carlos Agulló editado hace pocas semanas por Pigmalión, no te lo pierdas. Sí, es <una crónica casi urbana de la capital de Etiopía en el umbral del tercer milenio> como el autor lo subtitula. Pero es algo más. Mucho más.

Es una inmersión fascinante en un país complejo y lleno de contrastes. Te atrapará, como me pasó a mi, aunque, como a mi me ocurría, no hayas sentido antes una curiosidad especial por ese rincón de África, al que un buen puñado de parejas gallegas viajaron para adoptar niños.

Carlos Agulló, periodista brillante, es uno de ellos. Tiene tres espléndidos hijos que nacieron allí. Y que no han perdido sus raíces, sino que siguen teniendo relación con su país de origen. Carlos supo fusionar su condición de padre con la de periodista, viajó en repetidas ocasiones a Etiopía y se sumergió en su realidad, mucho más allá de los recorridos para turistas. Recorrió las calles asfaltadas del centro de la capital y las embarradas de los barrios más apartados, habló con artistas consagrados, con jóvenes en busca de su futuro, con periodistas perseguidos y hasta con decenas de los niños que se buscan la vida en Addis Abeba.

Luego, pacientemente, fue hilvanando los montones de notas, de grabaciones y de recuerdos de siete años de viajes, eligió a once de los personajes con los que habló para que hiciesen de hilo conductor y tejió un precioso libro que mezcla sabiamente centenares de datos con multitud de testimonios y jugosas anécdotas, de forma que conquista al lector desde las primeras páginas.

Nunca había sentido una especial curiosidad por Etiopía. Pero leer <Addis Addis> ha sido como dejarme coger de un brazo por el periodista Carlos Agulló para conocer un país lleno de vida en sus profundos contrastes, pisar con él las calles, entrar en los cafés, en los museos, en las casas más humildes y hasta en el mausoleo de su familia etíope, conocer y charlar con personas de enorme empuje que prefieren contribuir desde dentro al futuro de su país a gozar de una vida mucho más cómoda en el extranjero, pisar charcos y sentir como niños preciosos de mocos resecos se agarran a tus piernas para pedirte unas monedas, venderte algo o simplemente charlar contigo.

<Addis Addis> va mucho más allá del estereotipo de las hambrunas periódicas. Transmite la imagen de un país con enormes bolsas de pobreza, brutales diferencias y grandes dificultades, pero orgulloso de su historia, de su cultura y convencido de que será capaz de conquistar un futuro mejor.

Si no lo has leído aun, no te lo pierdas. Empezarás, como yo, a sentir curiosidad y atracción por ese lugar aparentemente tan lejano. Y esperarás al siguiente libro de Carlos. Porque no le va a quedar más remedio que continuar el camino iniciado.