miércoles, 4 de marzo de 2015

IMPASIBLES ANTE UN FUTURO DE TRAGEDIA

(Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el  4 de marzo del 2015)

Me sorprende nuestro conformismo, nuestra impasibilidad ante el futuro. O mejor dicho, ante la falta de futuro como país. En más de la mitad de los municipios gallegos uno de cada tres habitantes es un jubilado. Solo quedan 21 en que hay más jóvenes que mayores de 65 años. En muchas de nuestras aldeas solo hay viejos y ni un solo niño. Y en nuestras ciudades más pujantes es también mayor el número de los integrantes de la denominada tercera edad que el de niños y adolescentes.

Pero no pasa nada. ¿Cuánto tiempo llevamos diciendo que en Galicia la natalidad no es ya un drama, sino una tragedia? Varias décadas. Ha cambiado algo la situación. Sí. Para peor. Ya no es solo que cada año nazcan menos niños. Es que, además, muchos jóvenes tienen que ir a buscarse la vida muy lejos de nuestras fronteras. Y tendrán que retrasar el momento de tener hijos hasta ver si logran un empleo suficientemente estable y pueden plantearse el regreso. O contribuir a la natalidad de Alemania, Inglaterra, Estados Unidos o cualquiera de esos países donde saben sacar partido a la formación que nuestros jóvenes han adquirido con los recursos públicos de aquí.

Pero no pasa nada. La prima de riesgo va bien, somos el ejemplo de Europa, los que más crecemos y hasta está bajando el paro. En los programas electorales que preparan todos los partidos habrá algún caramelo en forma de pequeña subvención o desgravación fiscal para que parezca que están muy preocupados.

Pero no habrá medidas de las que de verdad se necesitan. Incentivos a la natalidad que las parejas jóvenes vean con nitidez y que se prolongan en el tiempo. Y empleos estables, con salarios que permitan pensar en traer niños al mundo. Y planes concretos para retener a esas decenas de miles de jóvenes que se están marchando por falta de oportunidades. Y aumento de esas becas que se vienen recortando año tras año. Y oportunidad reales para desarrollar aquí una carrera de investigador con algo más que un sueldo de miseria y un contrato de becario. Y algún programa serio para incentivar no ya la permanencia sino la repoblación de nuestras aldeas, con una política agraria, ganadera y forestal que entre a fondo en los problemas tantas veces enunciados, denunciados y analizados, pero nunca afrontados. E igualdad real de mujeres y hombres en el trabajo, sin que un embarazo sea un frenazo o un descarrilamiento en una carrera profesional. Y permisos de maternidad y paternidad que tengan en cuenta la apuesta por el futuro de todos que es traer un bebé al mundo.


Pero no. Las medidas que nos venderán en las próximas campañas no pasarán de los enunciados cosméticos habituales y todo seguirá igual. Es decir, cada día peor. Hasta que veamos pintadas como aquellas que adornaban paredes de Uruguay en los años 70, durante la dictadura: País pequeñito, con vistas al mar, se vende. O aquella otra: el último, que apague la luz.