miércoles, 4 de junio de 2014

TODAS LAS LUPAS SOBRE FELIPE VI

Aun no se nos ha pasado el vértigo por el cambio en la Jefatura del Estado después de 39 años de estabilidad. Estamos días le estamos dando vueltas a la figura de Juan Carlos I, a la forma y las circunstancias que rodean a su abdicación y al proceso para la coronación del heredero, mientras se alzan voces que piden un referéndum sobre la forma del Estado o directamente reclaman sustituir la monarquía por una república.
Pero lo que nos preocupa a todos de forma inmediata es la nueva era que va a empezar en pocos días, en cuanto las Cortes proclamen rey a Felipe VI. Al margen de que su hija Leonor pase a ser princesa de Asturias o que la infanta Cristina deje de formar parte, junto con su hermana Elena, de la familia real. los primeros gestos y el estilo que el nuevo rey imprima a su gestión nos darán pistas para evaluar las posibilidades de futuro de la monarquía instaurada por Franco y legitimada por la Constitución.
Por ejemplo, la relación que mantenga con su hermana Cristina y su cuñado Iñaki Urdangarín, de los que se distanció visiblemente en los últimos tiempos.
Por ejemplo, la demandada transparencia de los números y de la gestión de la Casa Real, que la ley del Gobierno actual sigue manteniendo entre algodones y en semipenumbra.
Por ejemplo, la forma en que el nuevo rey ejerza su papel moderador para que los grandes partidos dejen de cerrar los ojos y los oídos a la enorme ciénaga de corrupción que lastra a los partidos políticos y a determinados escalones de la Administración.
O la forma en que inspire o no el diálogo para resolver las tensiones territoriales, desde las demandas separatistas a la necesidad de que los ciudadanos disfruten de derechos y deberes similares cualquiera que sea la comunidad autónoma en la que residan.
De esos primeros gestos y actitudes dependerá que aumenten, se mantengan o puedan disminuir de intensidad las voces que exigen pronunciarse sobre la forma de Estado prevista en la Constitución. Incluso de su propia actitud de silencio o de envío de algún tipo de mensaje sobre esas voces. Hasta ahora no se conoce al aun príncipe de Asturias un solo fallo en el desempeño del discreto, aunque no por eso menos importante, papel que se le encomendó hasta ahora.
Todas las lupas se centrarán sobre él a partir del momento mismo de su proclamación. Su padre tenía una tarea mucho más difícil cuando fue proclamado, pasar de una dictadura a una democracia sin que nos asaltaran los fantamas de antaño. A cambio gozó de indulgencia general sobre sus comportamientos.
La tarea de Felipe será menos dura. A cambio, no va a gozar de un minuto de indulgencia sobre su comportamiento, ni sobre sus gestos, ni sobre el comportamiento y los gestos de los miembros de su familia, empezando por la aun princesa Letizia.

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Difundido en el programa de Isidoro Valerio <Voces de Galicia>, en Radio Voz el 4 de junio del 2014