Aun no se nos ha pasado el vértigo por el cambio en la
Jefatura del Estado después de 39 años de estabilidad. Estamos días le estamos
dando vueltas a la figura de Juan Carlos I, a la forma y las circunstancias que
rodean a su abdicación y al proceso para la coronación del heredero, mientras
se alzan voces que piden un referéndum sobre la forma del Estado o directamente
reclaman sustituir la monarquía por una república.
Pero lo que nos preocupa a todos de forma inmediata es la
nueva era que va a empezar en pocos días, en cuanto las Cortes proclamen rey a
Felipe VI. Al margen de que su hija Leonor pase a ser princesa de Asturias o
que la infanta Cristina deje de formar parte, junto con su hermana Elena, de la
familia real. los primeros gestos y el estilo que el nuevo rey imprima a su
gestión nos darán pistas para evaluar las posibilidades de futuro de la
monarquía instaurada por Franco y legitimada por la Constitución.
Por ejemplo, la relación que mantenga con su hermana Cristina
y su cuñado Iñaki Urdangarín, de los que se distanció visiblemente en los
últimos tiempos.
Por ejemplo, la demandada transparencia de los números y de
la gestión de la Casa Real, que la ley del Gobierno actual sigue manteniendo
entre algodones y en semipenumbra.
Por ejemplo, la forma en que el nuevo rey ejerza su papel
moderador para que los grandes partidos dejen de cerrar los ojos y los oídos a
la enorme ciénaga de corrupción que lastra a los partidos políticos y a
determinados escalones de la Administración.
O la forma en que inspire o no el diálogo para resolver las
tensiones territoriales, desde las demandas separatistas a la necesidad de que
los ciudadanos disfruten de derechos y deberes similares cualquiera que sea la
comunidad autónoma en la que residan.
De esos primeros gestos y actitudes dependerá que aumenten,
se mantengan o puedan disminuir de intensidad las voces que exigen pronunciarse
sobre la forma de Estado prevista en la Constitución. Incluso de su propia
actitud de silencio o de envío de algún tipo de mensaje sobre esas voces. Hasta
ahora no se conoce al aun príncipe de Asturias un solo fallo en el desempeño
del discreto, aunque no por eso menos importante, papel que se le encomendó
hasta ahora.
Todas las lupas se centrarán sobre él a partir del momento
mismo de su proclamación. Su padre tenía una tarea mucho más difícil cuando fue
proclamado, pasar de una dictadura a una democracia sin que nos asaltaran los
fantamas de antaño. A cambio gozó de indulgencia general sobre sus
comportamientos.
La tarea de Felipe será menos dura. A cambio, no va a gozar
de un minuto de indulgencia sobre su comportamiento, ni sobre sus gestos, ni
sobre el comportamiento y los gestos de los miembros de su familia, empezando
por la aun princesa Letizia.
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Difundido en el programa de Isidoro Valerio <Voces de Galicia>, en Radio Voz el 4 de junio del 2014
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Difundido en el programa de Isidoro Valerio <Voces de Galicia>, en Radio Voz el 4 de junio del 2014