(Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 10 de junio del 2015)
Todos los días me hago el propósito de convencerme de que todo va a mejor, que la recuperación es un hecho y que está llegando progresivamente a amplios sectores de la población. Que el paro baja de verdad con empleo de calidad y el consumo crece, que este va a ser un año bueno, pero el próximo aun mejor. Trato de interiorizar los mensajes optimistas del Gobierno para elevar mi moral y no aparecer como un cenizo.
Pero cada día hay
algo que enfría el optimismo que trato de insuflarme. Por ejemplo, ayer casi lo
había conseguido cuando leo en La Voz de Galicia que nada menos que el 25% de
los coches circulan con defectos graves. Y no lo dice cualquiera, sino la
empresa que realiza la inspección periódica obligatoria a todos los coches. El año
pasado fueron 337.000 los coches que llegaron a la inspección con defectos
graves o muy graves. Es decir, que no eran aptos para la circulación. Y los que
tienen un mayor índice de rechazo en la supervisión son los dedicados al
reparto de mercancías. Es decir, esos que se pasan el día en las calles o en
las carreteras y con los que nos cruzamos con mucha frecuencia. A nadie se le oculta el riesgo que supone ni la frustración que implica trabajar con una herramienta obsoleta.
A la hora de analizar
las causas, aparece destacada la antigüedad de nuestro parque móvil. La media
está en once años. Y eso después de tanto Plan PIVE para incentivar la
renovación. ¿Es que estamos tan enamorados de nuestros coches que no queremos
cambiarlos, por mucho que nos persigan los vendedores? Algún caso puede haber,
pero la conclusión forzosa es que no hay dinero para cambiar de automóvil.
Y ya se enfrió el
optimismo. Vienen de inmediato a la memoria los datos tan manidos de las cifras
del paro, de los dos millones de hogares sin ingreso alguno, de los miles de desahuciados,
de la precariedad del empleo que se está creando.
Y por si fuera poco,
leo también que el PP rechazó ayer con su mayoría en el pleno del Congreso una
iniciativa de toda la oposición para incrementar progresivamente el salario
mínimo hasta el 60% del sueldo medio. No parece exagerado, sobre todo cuando el
sueldo mínimo español es poco más de la mitad que el alemán o el francés.
Pues eso. Que no consigo contagiarme del optimismo del Gobierno. Lo
seguiré intentando cada mañana. ¿Tú crees que lo lograré?