(Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 24 de septiembre del 2014)
Una dimisión sigue siendo noticia en España, porque son muy pocos los políticos que dimiten, aunque el rechazo a su gestión sea notorio y su popularidad esté por los suelos. La dimisión da a su protagonista una aureola de dignidad y coherencia: detecta rechazo y se va.
Una dimisión sigue siendo noticia en España, porque son muy pocos los políticos que dimiten, aunque el rechazo a su gestión sea notorio y su popularidad esté por los suelos. La dimisión da a su protagonista una aureola de dignidad y coherencia: detecta rechazo y se va.
Eso
es lo que le ha pasado a Ruiz Gallardón, ese brillante fiscal que aprobó las
oposiciones en el 82 y al año siguiente ya había dejado su profesión para
iniciar como concejal de Madrid una carrera política que continuó hasta ayer,
con escalones tan importantes como la presidencia de la Comunidad de Madrid, la
alcaldía de la capital de España y el Ministerio de Justicia.
Sin
embargo, hay matices en esa dimisión, porque no era la primera vez que tenía
que enfrentarse al rechazo. Por ejemplo, el fracaso de la candidatura olímpica
de Madrid fue un ostentoso portazo al proyecto en el que había puesto
tanto empeño como alcalde. Y no dimitió. Tampoco lo hizo cuando convirtió al Ayuntamiento de Madrid en el más endeudado de España.
Ni
consideró motivo para dimitir las críticas que la ley de tasas que impulsó
desde el ministerio despertaron en todos los estamentos de la judicatura y la
abogacía. No era suficiente motivo el encarecer de forma muy notable el acceso
a la justicia.
Sin
embargo, se ha sentido rechazado en relación con su proyecto de ley del aborto.
Pero tampoco han sido la oposición frontal de numerosas organizaciones
defensoras de los derechos de la mujer ni las críticas de los demás partidos.
No. La dimisión se produce cuando el presidente del Gobierno, es decir, su
jefe, lo desautoriza y mete en un cajón el anteproyecto con el que Ruiz
Gallardón había respondido con todo su entusiasmo al encargo que le hizo.
Hay
dimisiones y dimisiones. El líder de los independentistas escoceses dimite
cuando los ciudadanos rechazan su proyecto. Ruiz Gallardón lo hace cuando quien
rechaza su proyecto es su jefe.
Parece
que, sobre todo en algunos sectores, aun falta práctica en esto de dimitir.