viernes, 29 de julio de 2016

CONTRA EL FANATISMO, VALORES

Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el  27 de julio del 2016

Un 27 de julio de cualquier otro año, los medios de comunicación estarían preparando ya sus agendas veraniegas, ante la caída en picado de la actividad política, social y económica. Dedicarían ya amplios espacios a las playas, las fiestas, los festivales y otras actividades propias del verano. Aparecerían reportajes sobre los lugares en los líderes políticos y sociales proyectaban pasar sus vacaciones, sobre el largo período de asueto de los parlamentarios y no faltaría quien recordase que había terminado un período de sesiones más sin afrontar la reforma del Senado.

A nadie se le pasaban por la imaginación, cualquier otro año, los acontecimientos que acaparan nuestra atención y siguen llenando los espacios informativos este 27 de julio.

A nadie se le pasaba por la imaginación que el espectáculo de fuegos artificiales de clausura de unas fiestas pudiese ser interrumpido por un camión lanzado a toda velocidad contra la gente. Que entrar en un centro comercial convirtiese a decenas de personas en víctimas de la explosión de una bomba. Que ir a misa en una iglesia cualquiera implicase presenciar como degollaban al cura. Que sentarse en una terraza o acudir a presenciar la actuación de un grupo musical implicase recibir disparos de ametralladora.

Están actuando con eficacia los propagandistas del fanatismo. Saben aprovechar la facilidad que ofrece internet para apoderarse de mentes débiles o debilitadas por la marginación, el aislamiento, la injusticia o una educación insuficiente o inadecuada y convertirlas en armas letales contra gente pacífica y desarmada.

Es enormemente difícil luchar contra este nuevo terrorismo. Es necesario, desde luego, reforzar al máximo la investigación y potenciar claramente los aun escasos canales de intercambio de información policial entre los países de la UE y con los demás estados democráticos. También, mejorar la integración de inmigrantes y tratar de reducir las bolsas de marginación, pobreza y aislamiento.

Y, desde luego, continuar con nuestra vida, sin ceder un ápice en los valores democráticos, de convivencia en paz, tolerancia, respeto a la diferencia, y solidaridad. Valores que costó mucha sangre normalizar en nuestras vidas y que otros fanáticos intentaron ya echar por tierra sin éxito. Un éxito que tampoco van a conseguir ahora.