martes, 20 de septiembre de 2016

¡NIÑO, TEN CUIDADO!

Artículo publicado en la revista Mami (aquí el enlace a su web y aquí su página de Facebook)

Intentar lo que los hoy abuelos hacíamos de niños para divertirnos probablemente implicaría más de una multa. Montar como diversión una batalla a pedradas con una pandilla rival, engancharse en la trasera del bus urbano o de los camiones que subían renqueantes la pronunciada cuesta de la calle en que uno vivía, o construir presas con tierra del parque y llenarlas con agua de la fuente del mismo recinto para romperlas y dejar que el agua bajase como un torrente para esperar escondidos a que llegase un sofocado municipal a buscar el origen de la riada, eran algunos de los inocentes entretenimientos en una época en la que las calles, de tráfico escaso, eran escenario habitual de juegos y los niños iban solos al cole desde edades muy tempranas.

Los que hoy son padres pudieron ya disfrutar de columpios, toboganes y alguna torre, en ocasiones incluso con suelo de arena por la que paseaban libremente los perros.
Eran frecuentes las aristas, los tornillos flojos o las maderas astilladas. Pero los críos disfrutaban igual y apenas había accidentes de importancia.

Esos niños de ayer, convertidos en padres o abuelos, contamos felices las peripecias de nuestra infancia, pero no dejamos a nuestros hijos o nietos ni un momento, los acompañamos siempre al cole, no les perdemos de vista mientras juegan y los cubrimos de cascos, rodilleras y coderas para patinar o andar en bici. Lejos quedan los tiempos de frenar con los pies o andar casi siempre con las rodillas sangrantes por las caídas.

Es cierto que el tráfico de hoy no es el de hace 30 o 50 años y que los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean con historias de niños desaparecidos y con vídeos que alertan sobre la extrema facilidad de conseguir que un pequeño se vaya con un desconocido. Pero todo apunta a que nos pasamos en el afán de protección.

Quizá, como algunos apuntan para justificarse, sea el recuerdo de las travesuras cometidas y del peligro que corrimos inconscientemente uno de los factores que alimentan esa hiperprotección. Dejarles un poco más de libertad para que asuman riesgos razonables puede ser la solución mientras el problema no pase de ahí. Más preocupante es la obsesión de algunos progenitores por apartar a sus vástagos de toda clase de situaciones con carga negativa, pensando que los protegen mejor cuando están impidiendo que generen recursos propios frente a situaciones de conflicto.

Ahora que comienza el curso a lo mejor es el momento para que nos apuntemos a algún cursillo _perdón, a unas sesiones de coaching, qué antiguo soy_ para aprender a no proyectar constantemente el aliento sobre las nucas infantiles a nuestro cargo.