Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 25 de mayo del 2016)
Más de 280.000 personas han muerto desde 2011 en
Siria. La guerra en ese país ha provocado más de 6,5 millones de
desplazados internos y de cuatro millones de refugiados. Trece
millones de sirios requieren asistencia humanitaria inmediata.
Son
datos tomados de un artículo del ministro de Exteriores, García
Margallo, publicado ayer en El País. Relata también que en Alepo
nadie quiere vivir cerca de un hospital. La razón es clara: media
docena de instalaciones médicas han sido destruidas en las últimas
semanas. El ministro hace hincapié en como en los últimos tiempos
los hospitales se han convertido en objetivo claro en varios países
en guerra.
Lo hace para subrayar a continuación que detener esa inicua escalada es el
objetivo de una resolución que acaba de aprobar Naciones Unidas,
impulsada por España junto con otros cuatro países y que contiene
varias medidas para intentar acabar con esos ataques.
García
Margallo subraya que <podemos sentirnos legítimamente orgullosos
del papel desempeñado por España en este logro>. Lo estamos,
claro está, siempre que nuestro país asume un papel activo en la
defensa de los derechos humanos. Y lo estaremos más, si esa medida
consigue frenar tan inhumanos ataques. Los precedentes en todo lo
relacionado con la guerra en Siria no invitan al optimismo.
Menos
optimismo y nada de orgullo inspira la actitud del Gobierno ante la
crisis de refugiados. Ayer llegaron, por fin, veinte. Y con tan
exigua cifra el Ministerio del Interior considera que <da un
decidido impulso al proceso de acogida de refugiados>.
Llegarán
más en las próximas semanas hasta alcanzar la cifra de 586 a
finales de junio. Pero basta recordar que España se había
comprometido hace seis meses a traer a cerca de 16.000 personas. Con los 586 se habrá cumplido un 4% del compromiso. ¿Es eso un impulso decidido?
Mientras
aquí los discursos oficiales hablan de impulsos y de orgullo, ayer
salieron varios autobuses del campamento de refugiados de Idomeni, que está siendo desmantelado. No iban hacia la ansiada Europa, sino hacia atrás. Con la presencia de 400
policías y la ausencia de periodistas, a los que no permitieron
acercarse.
¿Usted cree que estamos de verdad ante impulsos decididos de los
que sentirse orgullosos? Yo, desde luego, no.