viernes, 28 de agosto de 2015

EUROPA ANDA ESCASA DE SUEÑOS

Tal día como hoy, en 1963, Martin Luther King pronunciaba su discurso más famoso: Tengo un sueño. Un sueño que alimentó la esperanza de millones de negros en Estados Unidos, Impulsó su lucha pacífica y contribuyó de forma quizá decisiva a que pudiesen ejercer derechos básicos que les habían sido negados.

Miles, quizá millones, de personas, están atravesando estos días Europa a pie, con sus hijos sobre los hombros; en trenes atestados o en camiones de ganado al borde de la asfixia.

Ellos también tienen un sueño.

Un sueño tan básico como poder vivir en paz con su familia en la Europa que les han pintado como la meca de la justicia y de la convivencia en paz. Huyen de la guerra, del fanatismo o simplemente del caos que reina en sus países.

Europa, sin embargo, parece hoy huérfana de sueños. Levanta muros, siembra las fronteras de alambradas y envía a sus policías a dificultar el paso de esas personas. Olvida que hace solo unas décadas millones de europeos huyeron también de la guerra, del fanatismo y del caos.

No hay efecto llamada, hay efecto empuje, dicen expertos en el drama de los refugiados. No hay vallas lo suficientemente altas ni cuchillas lo bastante afiladas para detener a madres y padres que luchan para lograr un futuro en paz para sus hijos, una vez que han sido expulsados de sus casas y de su tierra.

Europa necesita ciudadanos que exijan a sus líderes que dejen de mirar exclusivamente a sus intereses y sean capaces de soñar, como soñaron aquellos otros líderes que supieron construir sobre las ruinas de la peor de las guerras que la humanidad ha vivido, una Europa capaz de dejar atrás siglos de batallas, y de construir, hombro con hombro, esta comunidad próspera en la que ahora vivimos.

Esta Europa, próspera aunque cada día más desigual, no puede cerrar sus puertas. Está obligada a dar un paso adelante, acoger a todos los que pueda y liderar iniciativas encaminadas a restaurar la paz y la libertad en países vecinos sumidos en la guerra y el caos, en parte por la acción, o la desidia, de las naciones más desarrolladas.