sábado, 19 de marzo de 2016

MEJOR LES HUBIERA IDO CON UN TERREMOTO

Si su país, en vez de estar siendo sistemáticamente devastado por una guerra, hubiera sufrido un terremoto, probablemente les habría ido mejor.

Europa y los países desarrollados habrían enviado aviones con ayuda humanitaria, habrían montado hospitales de campaña e incluso instalado grandes tiendas del ejército o barracones prefabricados. Los Estados y las organizaciones internacionales movilizarían algunos recursos para las reconstrucción del país y hasta algunas televisiones organizarían maratones solidarios para recaudar fondos.

Pero no fue un terremoto. Su país está siendo sistemáticamente devastado desde hace cinco años por una guerra en la que un dictador, las fuerzas de oposición, los kurdos, los fanáticos del Estado Islámico y algunos otros grupúsculos se matan unos a otros y destruyen concienzudamente casas, escuelas y hospitales.

No han tenido más remedio que huir y todo apunta a que no podrán volver a su casa en mucho tiempo. Son familias normales y, en no pocos casos, profesionales destacados, que podrían aportar trabajo y sangre joven a la vieja Europa. Pero son también personas de distintas costumbres, culturas y religiones. Y hay un gran temor de que con ellos puedan tratar de entrar terroristas y maleantes varios.

Además, no se trata de una ayuda ocasional, de las que hacen brillar por unos días como campeones de la solidaridad, sino de permitirles entrar e instalarse por un tiempo indeterminado.

Así que Europa considera que lo más sensato es cerrarles la puerta en las narices, dejar que traten de sobrevivir en el barro con sus niños en tiendas de juguete, y enviarlos de vuelta al otro lado del Egeo. Con la mayor rapidez. Luego ya se verá si se va admitiendo a algunos.

Con calma. Que las cosas hay que hacerlas bien. Aunque las cifras de personas a admitir en un año no llega al 0,1% de la población europea, da trabajo. Y es un problema para esta Unión en horas bajas de cohesión y solidaridad. Las prioridades van por otro lado.

Mejor les hubiera ido con un terremoto. Pero son víctimas de una guerra.

miércoles, 16 de marzo de 2016

AVERGONZARSE DE SER EUROPEO

Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 16 de marzo del 2016)

Lo que está ocurriendo en la frontera entre Grecia y Macedonia, lo que está pasando en Lesbos y en el mar Egeo hace que uno sienta vergüenza de ser europeo. Más de diez mil personas, entre ellas más de cuatro mil niños, abandonadas a su suerte en medio del barro, frente a las alambradas que marcan una frontera cerrada. Nadie les ofrece soluciones ni alternativas rápidas y viables.
Cuando la desesperación hace que una parte de ellos se eche a andar y consiga cruzar la línea y entrar en Macedonia, la policía y el ejército de ese país los obligan a volver al punto de partida. De paso, apalean y encierran durante largas horas a decenas de periodistas que cometieron el delito de cruzar ilegalmente una frontera para narrar el dramático éxodo de quienes buscan un lugar donde vivir en paz.
La Unión Europea dice que sigue buscando soluciones. No será sin tiempo. La guerra en Siria ha cumplido ya cinco años, convertida en tablero donde los distintos intereses juegan una partida de ajedrez a la que no se le ve el final. El precio, cerca de 300.000 muertos, entre ellos 13.000 niños y cinco millones de personas que han tenido que huir de un país cuya población total apenas rebasa los 23 millones de habitantes. Cerca de tres millones permanecen en Turquía.
Pero a Europa parece que no le ha dado tiempo para preparar una estrategia común ante esta catástrofe. Y cierra sus fronteras con miedo a una avalancha de refugiados. Por cierto, el millón que se calcula que llegó el año pasado apenas representa un 0,2% de los 500 millones de habitantes que suma la Unión.
Ahora, en un preacuerdo vergonzante y vergonzoso, se plantea devolver a Turquía a los que ya han cruzado el Egeo. Como si quienes se han jugado la vida para llegar hasta allí fuesen a aceptar como corderos el retorno. Como si no fuesen a volver a intentarlo. Como si Turquía fuese un país seguro para ellos y pudiera ofrecerles a todos una vida digna.
Es comprensible el miedo a una avalancha incontrolada de personas de distintas culturas y religiones. Es comprensible el temor a que entre ellos se cuelen terroristas como los que provocaron matanzas en París y otras ciudades.
Pero la solución no puede ser limitarse a cerrar fronteras mientras las mafias engordan sus bolsillos colando por la puerta de atrás a cientos o miles de personas sin control alguno. Mientras millones de refugiados hacinados en campos tercermundistas sigan planeando como huir de ellos en busca de una vida digna. Mientras la guerra y el caos sigan expulsando de sus casas a millones de familias que tratarán de reconstruir su vida en otro lugar.
Europa ya vivió una enorme tragedia y una enorme vergüenza hace medio siglo. Deberíamos haber aprendido la lección.