domingo, 25 de septiembre de 2016

LA VERGÜENZA INTERMINABLE


<Antes del inicio de la guerra de Siria, Alepo era uno de los principales destinos turísticos del país> señala una crónica publicada en agosto pasado en el periódico Diagonal (puedes leerla completa aquí). <Allí sus habitantes se esforzaban en convencer a los visitantes de que la suya era la ciudad más antigua del mundo>, con referencias en documentos del año 1800 a.C. La ciudad en la que empezó a producirse el considerado como el primer jabón sólido del mundo (más datos, aquí) es hoy poco más que una colección de ruinas en las que mueren a diario decenas de personas víctimas de bombardeos devastadores que dejan las calles sembradas de cadáveres de adultos y de niños, de víctimas sepultadas bajo los escombros y el suelo de los pocos hospitales que aun quedan en pie saturados de heridos a los que el insuficiente personal sanitario apenas puede atender y se ve en muchas ocasiones obligado a  realizar amputaciones para al menos tratar de salvar la vida de sus pacientes por falta de material y de instalaciones para atenderlos como hubieran deseado.

La masacre está ocurriendo ante la mirada, entre atónita e indiferente, del mundo. Ni siquiera los terribles álbumes de fotos de cadáveres de niños que aparecen en los medios (aquí una durísima muestra) sirven para para algo más que para fortalecer los argumentos de los contendientes y de las potencias que los respaldan. Se trata de poner mucha sangre sobre el complejo tablero de la negociación, para lograr que la otra parte se plantee al menos sentarse a hablar.

Se habla de proyectiles antibunker y de nuevo se menciona la guerra química. Da igual. El secretario general de la ONU llegar a utilizar el término crimen de guerra ((aquí, una crónica sobre los últimos aocntecimientos) . Da igual.

La población civil y los hospitales se han convertido en objetivos directos en esta guerra interminable. En Alepo apenas queda millón y medio de los cuatro millones de habitantes que llegó a tener. En los barrios escenario de las hostilidades hace meses que apenas entran alimentos ni medicinas.

Parece que todo da igual. Seguirán cayendo bombas, muriendo niños, destrozándose familias, convirtiendo a habitantes normales de una ciudad de larga historia en largas hileras de caminantes rechazados por la Europa que se dice acogedora y civilizadas.

Quizá en unas semanas vuelva a haber un intento negociador. O se rinda alguno de los contendientes. Mientras, seguirán muriendo niños ante la indiferencia de la humanidad civilizada.