(Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 2 de julio del 2014)
Está empezando el mes de julio y una parte muy importante de quienes tienen la suerte de tener un puesto de trabajo tienen, además, la suerte de estar de vacaciones. Así que lo último que nos apetece en este momento es hablar, una vez más, de esta crisis que no cesa.
Está empezando el mes de julio y una parte muy importante de quienes tienen la suerte de tener un puesto de trabajo tienen, además, la suerte de estar de vacaciones. Así que lo último que nos apetece en este momento es hablar, una vez más, de esta crisis que no cesa.
Pero vamos a tener que
hacerlo. En estos días se han publicado nuevos datos sobre ejecuciones
hipotecarias y desahucios. Y no son buenos, aunque se haya registrado un ligero
descenso en la expulsión de sus casas de personas que no pudieron afrontar el
pago de la hipoteca o del alquiler.
En el primer trimestre de
este año se han iniciado en España más de 32.000 procesos de ejecución
hipotecaria, casi un 20% más que en el mismo período del año pasado. No todos
terminan en desahucio, pero la cifra sigue siendo alarmante.
El descenso de apenas un 5%
en el número de desahucios indica que a este paso nos vamos a pasar aun mucho
tiempo viendo el desolador espectáculo de gentes que tienen que dejar su casa
por no poder pagarla. Los casos se repiten. Familias que compraron sus
viviendas en el momento álgido de la burbuja, que perdieron sus fuentes de
ingresos con la crisis y se encuentran ahora con que el piso de sus sudores y
sus ilusiones no solo vale mucho menos que cuando lo compraron, sino que su
valor actual no les llega para pagar lo que deben. Así que se quedan sin piso,
pero, en demasiados casos, siguen teniendo hipoteca que pagar.
Esto indica que estamos más o menos como
estábamos hace un año, cuando se presentó una iniciativa legislativa popular
avalada con millón y medio de firmas, que fue rechazada en el Congreso, donde
se aprobó una ley que iba a contribuir decisivamente a resolver el problema,
pero no ha cumplido ni de lejos este objetivo.
Seguimos instalados en el
círculo vicioso de personas que no pueden pagar, bancos que ejecutan sus
créditos y, como consecuencia, cada día hay más gente que ha perdido su
vivienda y más viviendas vacías que los bancos tratan de colocar de nuevo en el
mercado.
Quienes aseguran que estamos
saliendo de la crisis, que las cosas van mejor, que somos de nuevo un ejemplo
para el mundo, que se lo cuenten a esos miles de familias que han perdido su
empleo y su casa, que tiemblan pensando en como dar de comer a sus hijos
durante las vacaciones escolares y no logran encontrar trabajo o, si lo
consiguen, es un empleo para unos meses y con salarios y condiciones laborales
de hace algunas décadas.
A los que hacen esas
optimistas afirmaciones les queda mucho trabajo por delante para que lo que
dicen sea del todo cierto.