Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 15 de junio del 2016)
¿Crees que lo que vimos el lunes por la tele respondió a la expectación que había despertado?
Yo tengo serias dudas.
Es
cierto que era el debut. Pero también lo es que se habían venido
preparando a fondo y que todos sabían a lo que se enfrentaban. Era
el debut, pero ninguno era precisamente un debutante en un
acontecimiento de este tipo.
Y
lo que vimos nos recordó demasiado a lo que les hemos visto a los
mismos durante todo este tiempo de sobreexposición al público y a
los medios, de liderazgo concienzudamente perseguido.
Demasiadas
vueltas sin acabar de demostrar la profundidad que se espera de
ellos, por su historial y por todo lo que han tenido que demostrar
para llegar adonde están ahora. No hay que olvidar que todos han
sido elegidos, es verdad que unos más veces que otros, y que se
conocen perfectamente. Saben las preferencias y los puntos débiles
de cada uno. Así que cabía esperar que fuesen mucho más
resolutivos de lo que fueron durante la mayor parte del tiempo.
Hay
que reconocer que hubo momentos brillantes. Pero daba la impresión,
una y otra vez, de que todo aquello ya lo habíamos visto. Y que al
llegar el último minuto podríamos encontrarnos con un nuevo
fracaso, como los acumulados en los acontecimientos más recientes,
después de los éxitos reconocidos.
Aquello
no era lo esperado. Y mucho menos lo deseado por todos. A medida que
avanzaba el cronómetro, aumentaba la decepción.
Hasta
que llegó el gol de Piqué y se resolvieron todas las dudas de quienes estaban presenciando aquel acontecimiento. Bastó
que uno se mostrase resolutivo para que los millones de seguidores se
marchasen satisfechos.
Por
cierto, en el debate a cuatro, como en el partido de la selección,
faltó profundidad y hubo minutos y minutos de despliegue de los
recursos ya conocidos. Faltó, sobre todo, alguien que, como Piqué,
usase la cabeza con acierto para alcanzar una victoria indiscutible.