Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 4 de mayo del 2016)
Ya nos han metido de nuevo en el lío. Se ha consumado el despropósito y tendremos que volver a votar, porque los partidos no fueron capaces de cumplir el claro mandato que salió de las urnas el 20 de diciembre. Pusieron sus intereses particulares por encima del interés general y obligan a una nueva, innecesaria, y cara, campaña electoral.
Ya nos han metido de nuevo en el lío. Se ha consumado el despropósito y tendremos que volver a votar, porque los partidos no fueron capaces de cumplir el claro mandato que salió de las urnas el 20 de diciembre. Pusieron sus intereses particulares por encima del interés general y obligan a una nueva, innecesaria, y cara, campaña electoral.
Como su
duración está fijada en la ley y tampoco nadie movió un dedo para
reducirla cuando podía hacerlo, esperemos que, al menos, reduzcan el
gasto. Por ejemplo, que no nos atasquen los buzones con las
papeletas. Se pueden encontrar sin dificultades en las cabinas el día
de la votación. Por ahora, las propuestas hablan de reducir esos
envíos, no de suprimirlos. Y de reducir cartelería. Se habrán dado
cuenta de que llenar las farolas de carteles con la cara de los
candidatos, en este momento restaría votos.
Pobre
comienzo para una campaña que resultará extenuante, sobre todo para
los ciudadanos, muy cansados ya de la abusiva presencia de los
candidatos y de los dirigentes de segunda, tercera y cuarta fila,
para colocar una y otra vez los mismos y machacones mensajes, con
mucha propaganda y escaso contenido político.
Al
menos, los cuatro meses que han pasado desde el 20 de diciembre han
servido para conocerlos mejor y tomar nota de su comportamiento.
Analizar si nos parece adecuado hacer llamadas al pacto y sentarse a
esperar, quejándose de que los demás no se acerquen y acepten
sumisos nuestras condiciones. O si estamos de acuerdo con los que se
conformaron con un acuerdo que sabían insuficiente. O si
consideramos que lo correcto era hacer continuos alardes de
disposición al diálogo mientras planteaban condiciones que sabían
inaceptables y llenaban de improperios a los socios con los que
aseguraban querer alcanzar acuerdos.
Aunque
crezca la tentación de darles la espalda y las encuestas vaticinen
un aumento de la abstención, es el momento menos indicado para dejar
la decisión en manos de otros. Las agotadoras semanas que nos
esperan hasta el 26 de junio pueden servir al menos para ajustar los
filtros y decidir con muchísimo cuidado quién no merece en absoluto
nuestro apoyo y quien merece confianza. Aunque sea mínima.