Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 28 de octubre del 2015)
Dos grupos que
controlan la mayoría del Parlamento catalán, pero que no obtuvieron
la mayoría de votos en las recientes elecciones ni representan a la
mayoría de los catalanes, lograron ponerse de acuerdo para elegir a
la presidenta de la cámara y para presentar una propuesta de puesta
en marcha del proceso independentista.
Es
un hecho histórico. No solo por lo que significaría ese proceso,
sino por el hecho mismo de que hayan logrado ponerse de acuerdo. No
lo lograron para formar una lista única independentista ni lo han
conseguido aun sobre el liderazgo de ese proceso, porque la CUP sigue
vetando a Artur Mas, ni parece probable que lo logren sobre las
características de esa república catalana que invocaba la
presidenta del Parlament, porque no les une más que el objetivo de
caminar hacia la independencia. Si es que es ese el objetivo de todos
los que suscribieron la propuesta y no se trata, para algunos de los firmantes, de que
pasen a segundo plano los trapos sucios que están saliendo a la luz.
En
la propuesta que han logrado consensuar insisten en que se trata de
un proceso abierto, participativo, democrático y masivo, aunque
ponen por delante que el proceso de desconexión no se someterá a
las decisiones del Estado español y, en particular, del Tribunal
Constitucional. Todo un ejemplo de proceso abierto, participativo,
democrático y masivo.
En
una encuesta que el diario La Vanguardia inició ayer mismo en su
página web, más del 65% de los votantes se oponía anoche a la propuesta
de Junts pel Sí y la CUP. Una muestra más de lo abierto y
participativo del proceso.
Menos mal que todos los indicios apuntan a que es en lo único en que están de acuerdo.