Artículo publicado en la revista MAMI, de difusión gratuita en la ciudad de A Coruña en su versión impresa. Para acceder a su versión digital, pulsa aquí. Para leer el artículo en la web, pulsa aquí
<El viernes por la tarde, el cumple de Clara. El sábado, el de Juan. Y el domingo, por la mañana el de Inés y por la tarde el de Carlos>. Y allá van los papás, de un lado para otro, de un local de fiestas infantiles a otro, durante todo el fin de semana.
Lo
de los cumpleaños infantiles llega a convertirse en un agobio.
Papás que cambian el estrés de una semana de trabajo por el de dar
tumbos de un local de diversión infantil a otro, para contemplar
como los peques juegan, saltan, engullen o pasan de la tarta... y
participan en una interminable procesión para la entrega de regalos.
Porque fiestas hay en las que cada niño lleva el suyo y el
homenajeado u homenajeada se pasa un largo rato recibiendo juguetes,
abriendo paquetes que apenas mira y esperando a que acabe el agotador
desfile. Luego le tocará a los padres hacer sitio a todo eso en el
coche y, lo que suele ser aun más difícil, en la pequeña pero casi
siempre atestada vivienda familiar.
Al
agobio de pasarse varias horas _a duras penas entretenidas con unas
cervezas y unos pinchos que suelen repetirse_ viendo las mismas caras
del grupo de papás y mamás y repitiendo conversaciones similares,
se suma el del presupuesto. Porque, aunque cada cumple signifique un
desembolso mínimo, cuando se multiplica por 30 o 40 al año, ya
exige un apartado propio en el siempre ajustado presupuesto familiar.
Hay
quienes restringen al máximo la participación de sus hijos en
fiestas de cumpleaños. Pero lo cierto es que resulta muy difícil
decirle a la niña o al niño _o a ambos_ que no van a ir a esa
fiesta a la que asistirán casi todos los compañeros y compañeras
de su clase.
Otros
han llegado a soluciones intermedias, como la de agrupar todos los
del mes, o hasta los del trimestre, en una misma fiesta. Y así, al
tiempo que reducen la peregrinación del fin de semana a esos locales
de fiestas infantiles que tanto han proliferado en los últimos
tiempos, minimizan el gasto por la vía cooperativa, y pueden
permitirse mejorar sensiblemente la calidad del regalo o regalos a
entregar al cumpleañero.
¿Serán
estos maratones cumpleañeros uno de los motivos de que el consumo de
ansiolíticos se haya disparado en España? No hay que descartarlo.
Por si acaso, quizá los médicos de familia, e incluso el psicólogo
o psiquiatra de cabecera, tengan que empezar a recetar a las mamás y
papás de escolares más estresados (si no lo han hecho ya) alguna
estricta dieta al respecto: <Buscaos la vida y no paséis de dos o
tres cumples al mes. Y, de paso, máximo de dos actividades
complementarias y un par de deportes por semana y niño. Que ya os
llega>.