viernes, 4 de diciembre de 2015

AL MENOS QUE DESGRAVE

Artículo publicado en la revista MAMI, de difusión gratuita en la ciudad de A Coruña en su versión impresa. Para acceder a su versión digital pulsa aquí. Para ver el enlace al artículo pulsa aquí:

Figurará en los libros de historia como uno de los hechos más destacados del siglo XXI. Me refiero a la invasión de los abuelos.

Se ha producido ya, aunque no nos hayamos dado cuenta. Están por todas partes: en los parques, detrás de los columpios; por la calle, empujando carritos de bebé; a la puerta del cole, entregando o recogiendo niños; en el súper, arañando minutos para hacer, con nieto o nietos adosados, la compra propia o ayudando _incluso supliendo_ a los hijos en la suya; en los consultorios pediátricos, en los espectáculos infantiles y hasta en las fiestas de cumpleaños (otro de los fenómenos de este nuevo siglo aun poco estudiados) que se han multiplicado hasta el infinito.

Los abuelos son altamente rentables para el Estado, aunque Montoro _que lo sabe, como lo demuestra su aviesa sonrisa_ no quiera reconocerlo, para no desequilibrar esas cuentas que presenta y que algunos comparan con las de la lechera del cuento.

Su labor de retaguardia permite que continúen esos horarios laborales crecientes y absurdos sin que revienten las costuras sociales, garantiza la subsistencia de tantas parejas en paro o con empleos precarios, ejerce de colchón en cuando el calendario escolar entra en colisión con el calendario laboral y contribuye a reducir el estrés en millones de padres jóvenes, aunque sea a costa del propio, con la ventaja de que los abuelos suelen estar más acostumbrados a resistir.

¿Qué pasaría si de repente desapareciesen los abuelos de la vida diaria? ¿Cuál sería el impacto en el PIB? Eso no lo han calculado aun, que sepamos, los economistas que miden todos los ingredientes de la enorme ensalada que es la economía de un país. Ni lo tienen en cuenta De Guindos ni Rajoy cuando presumen de crecimiento y de subir las pensiones mientras despachan a los abuelos jubilados _que los hay que consiguen el milagro de ejercer de abuelos mientras están aun en activo en sus trabajos_ con el escuálido 0,25% de aumento. Ni Montoro, a la hora de recaudar: Ni los que decidieron obligar a los pensionistas al copago farmacéutico, alegando que son los principales consumidores de medicinas (¿cómo no van a consumir antiinflamatorios para el lumbago con el levantamiento continuado de niño o convertirse en adictos al paracetamol tras largas horas de combate con los infantes?).


Si no tienen en cuenta su fundamental aportación a la economía nacional más que a la hora de la propinilla que constituyen los viajes del Inserso, al menos Montoro podría tener un detalle y que la condición de abuelo cuidador desgrave en la declaración de la renta.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

LOS REFUGIADOS YA NO SON UNA PRIORIDAD



Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 2 de diciembre del 2015)

El 2 de septiembre, hace hoy exactamente tres meses, Europa se conmovía por la aparición del cadáver de un niño de tres años en una playa turca. Se llamaba Aylan y era kurdo. Era uno de los miles de refugiados que huían de las bombas y trataban de llegar a la Unión Europea.

¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Hemos avanzado en la solución del problema? No. Nos hemos acostumbrado. En octubre murieron 90 niños que trataban de cruzar el Mediterráneo. Cinco de ellos eran bebés de menos de dos años. En Siria seis millones de niños están en situación que Unicef describe como extrema, sumidos en la pobreza, desplazados forzosos o en estado de sitio.

La mayor oleada de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial ha perdido posiciones en la escala europea de prioridades. Ahora lo urgente es reforzar la seguridad. Mientras apenas se ha puesto sobre la mesa una pequeña parte de los fondos prometidos para afrontar la crisis de los refugiados, se ofrecen tres mil millones de euros a Turquía para que actúe de dique de contención y frene el paso hacia el norte de Europa de los que tratan de reconstruir sus vidas lejos de las bombas y el caos que reina en sus países.

La Europa que hace poco más de medio siglo movía millones de refugiados exige orden a quienes huyen del caos y quiere organizar con calma la integración en su seno de un número aun por decidir. Aunque mientras tanto, los solicitantes de asilo se agolpen en las fronteras, a la intemperie bajo la lluvia.

Hay que extremar los filtros. Lo urgente parece que es ahora tomar medidas para frenar el éxodo. Es decir, para actuar sobre las consecuencias del caos que reina en Siria, Afganistán o Irak. Es más fácil eso que tratar de afrontar las raíces del problema y destinar recursos y esfuerzo a la complicada tarea de pacificar esa atribulada región para que la gente no tenga que huir.