Artículo publicado en la revista MAMI, de difusión gratuita en la ciudad de A Coruña en su versión impresa. Para acceder a su versión digital pulsa aquí. Para ver el enlace al artículo pulsa aquí:
Figurará
en los libros de historia como uno de los hechos más destacados del
siglo XXI. Me refiero a la invasión de los abuelos.
Se ha
producido ya, aunque no nos hayamos dado cuenta. Están por todas
partes: en los parques, detrás de los columpios; por la calle,
empujando carritos de bebé; a la puerta del cole, entregando o
recogiendo niños; en el súper, arañando minutos para hacer, con
nieto o nietos adosados, la compra propia o ayudando _incluso
supliendo_ a
los hijos en la suya; en los consultorios pediátricos, en los
espectáculos infantiles y hasta en las fiestas de cumpleaños (otro
de los fenómenos de este nuevo siglo aun poco estudiados) que se han
multiplicado hasta el infinito.
Los
abuelos son altamente rentables para el Estado, aunque Montoro _que
lo sabe, como lo demuestra su aviesa sonrisa_ no quiera reconocerlo,
para no desequilibrar esas cuentas que presenta y que algunos
comparan con las de la lechera del cuento.
Su
labor de retaguardia permite que continúen esos horarios laborales
crecientes y absurdos sin que revienten las costuras sociales,
garantiza la subsistencia de tantas parejas en paro o con empleos
precarios, ejerce de colchón en cuando el calendario escolar entra
en colisión con el calendario laboral y contribuye a reducir el
estrés en millones de padres jóvenes, aunque sea a costa del
propio, con la ventaja de que los abuelos suelen estar más
acostumbrados a resistir.
¿Qué
pasaría si de repente desapareciesen los abuelos de la vida diaria?
¿Cuál sería el impacto en el PIB? Eso no lo han calculado aun, que
sepamos, los economistas que miden todos los ingredientes de la
enorme ensalada que es la economía de un país. Ni lo tienen en
cuenta De Guindos ni Rajoy cuando presumen de crecimiento y de subir
las pensiones mientras despachan a los abuelos jubilados _que los hay
que consiguen el milagro de ejercer de abuelos mientras están aun en
activo en sus trabajos_ con el escuálido 0,25% de aumento. Ni
Montoro, a la hora de recaudar: Ni los que decidieron obligar a los
pensionistas al copago farmacéutico, alegando que son los
principales consumidores de medicinas (¿cómo no van a consumir
antiinflamatorios para el lumbago con el levantamiento continuado de
niño o convertirse en adictos al paracetamol tras largas horas de
combate con los infantes?).
Si
no tienen en cuenta su fundamental aportación a la economía
nacional más que a la hora de la propinilla que constituyen los
viajes del Inserso, al menos Montoro podría tener un detalle y que
la condición de abuelo cuidador desgrave en la declaración de la
renta.