Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 6 de abril del 2016)
Labio inferior colgando, boca abierta y expresión de
asombro. En roman paladino, se le queda a uno cara de idiota cuando
se hace público que personalidades de la escena internacional, de
los que presumen de ejemplaridad, escondían millones y millones en
empresas nada transparentes, es decir opacas.
Los
llamados papeles de Panamá han causado un tenido un tremendo impacto
y está por ver aun qué consecuencias tendrán sobre la confianza en
las instituciones. Por el momento, han tenido repercusiones
políticas, empezando por la dimisión del primer ministro islandés.
Se trata de personajes significativos de países muy distintos. Desde
el líder argentino al padre del primer ministro inglés, pasando por
el dirigente ultraderechista francés que proclamaba su amor infinito
a su país o el presidente de la Fifa... Escandaloso y deprimente.
Y en
España también nombres conocidos, que se suponían ejemplares. La
hermana del rey emérito, cuya actividad empresarial aflorada en esos
papeles coincide casualmente con el período de don Juan Carlos en
la jefatura del Estado; un director de cine tan significativo como
Almódovar _que ha suspendido actos de promoción de su nueva
película_, el omnipresente Messi y otra vez, alguien del clan Pujol.
Hay que
puntualizar que no se trata de actividades ilegales. Y probablemente
ahí está la clave. En que puedan ser legales actividades
directamente encaminadas a evitar el pago de impuestos, es decir, a
sufragar el coste de la sanidad o los servicios sociales de su propio
país.
Del
componente ético poco hay que decir. Por lo escandaloso de hechos
semejantes cuando en España sigue habiendo cuatro millones de
parados, la mitad de los cuales no cobran prestación, miles de
familias sobreviven de la caridad y el mayor peso en los ingresos del
Estado procede de las rentas salariales.
Al
menos, que se difundan tales hechos es un indicio alentador.
Conocerlos es el paso imprescindible para exigir cambios drásticos
en las normas y en la vigilancia. Para tratar de dificultar que unos
pocos disfruten de la parte ancha del embudo, mientras huyen de sus
obligaciones, y la gran mayoría se apretuje en las estrecheces de la
otra punta.