miércoles, 13 de abril de 2016

SOLIDARIOS EN LAS REDES, INSENSIBLES EN LA CALLE

Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el  13 de abril del 2016)

Tres pequeñas anécdotas de la vida cotidiana:

Primera. Una joven madre camina bajo la lluvia con sus dos hijos. Se acaba de romper el plástico que cubre la silla del pequeño, así que lo tapa como puede con su paraguas. Comienza a cruzar la calle y se rompe también la bolsa de la compra. La comida del día sale disparada: la fruta por un lado, la carne por el otro, rodando sobre el asfalto mojado. La hija mayor, sorprendida, se queda plantada en medio del paso de peatones. La madre, desolada, trata de que la niña acabe de cruzar mientras continúa tapando al pequeño y la compra sigue sobre la calzada. A menos de cinco metros, una parada de autobús repleta. Nadie se movió a ayudar. Todos siguieron resguardándose cómodamente del aguacero bajo la marquesina.

Segunda. Un conductor inicia la maniobra de marcha atrás para aparcar su vehículo. Ve como un joven padre llega con dos niños y una silla de bebé, que guarda en el maletero del vehículo estacionado inmediatamente delante del lugar que se dispone a ocupar. Para facilitarle la maniobra, espera pacientemente y solo termina de aparcar cuando el joven padre acaba de guardar su silla y de colocar a sus pequeños y cierra el maletero y las puertas traseras. El joven padre se mete en su coche y arranca sin tan siquiera dedicarle una mirada o un gesto de agradecimiento.

Tercera. Una madre lleva a su hija al cole. Para llegar a la entrada al centro hay que pasar por una acera estrecha flanqueada por un camino de barro. De frente vienen varios grupos de padres y madres, que caminan de de dos o tres en fondo, ocupando prácticamente toda la acera. Nadie se mueve para repartir el espacio disponible en la acera y permitir el paso de la madre que llega con su niña. Ambas se ven obligadas a pasar por el camino embarrado. La madre asegura que es una situación que se produce a diario.


Son tres estampas de insolidaridad e insensibilidad, de absoluta despreocupación, cuando no desprecio, hacia los demás. Probablemente, me contaban los protagonistas de esas anécdotas, esas mismas personas se vuelcan cada día en mostrar su apoyo en las redes sociales a las más diversas causas solidarias. 

Es también probable que llenen de emoticonos desaprobatorios hechos como los aquí relatados, a condición, claro está, de que se cuenten en las redes sociales y no ocurran ante sus narices.

Porque, entonces, no basta con darle a una tecla, sino que hay que actuar. Hay que mojarse. Son paladines de la solidaridad virtual. Es más fácil y más cómoda. Desgraciadamente, parece que los mayores niveles de instrucción no van acompañados de mayor nivel de educación.