miércoles, 2 de septiembre de 2015

LAS IMÁGENES DE LA INSOLIDARIDAD

(Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 2 de septiembre del 2015)

Es como una gota en un océano. Me refiero a la respuesta que está dando Europa a la que es ya la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Las noticias de las últimas semanas dibujan un terrible mapa de este éxodo, que viven decenas de miles de personas muy a su pesar. 

El primer paso es conseguir salir del país en que han nacido y han vivido y al que la guerra, el terrorismo o ambos han sumido en el caos. Lo han intentado todo hasta que acabaron por convencerse de que en la que ha sido su casa no hay futuro. Tienen que reunir el dinero que se puedan, el equipaje que sean capaces de transportar y lanzarse al mar.

Desde el mar nos llegan las terribles imágenes de viejos barcos que naufragan, de bodegas atestadas de cadáveres y los testimonios de organizaciones como Médicos sin Fronteras rescatando a cientos de náufragos exhaustos. Muchos de los que consiguen tocar tierra desembarcan en alguna isla griega. Allí esperan hasta ser transportados al continente. Es solo una etapa. Hay que caminar hacia el norte y llegar a Macedonia. Y ahí nuestras retinas guardan las imágenes de cargas policiales y de padres y madres tratando de proteger a sus hijos de las porras y los gases.
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Cuando consiguen salir aun tienen que cruzar Serbia. Y alcanzar la frontera húngara, el primer punto de la Unión Europea, la tierra prometida. Ahí están las alambradas, las concertinas fabricadas en España, desde las que nos llega otra imagen, la de ancianos y niños tratando de pasar por debajo, utilizando lonas o mantas para no dejarse la piel en el intento.

Ya en Hungría, hay que seguir. Y caminar por vías secundarias o concentrarse en estaciones de ferrocarril, donde puede aguardar la policía e impedir viajar a los refugiados. Y si pueden subir a los vagones, las fotos de personas tiradas por los pasillos de trenes atestados son otra de las constantes de estos días.

Del otro lado, las imágenes de las reuniones de líderes europeos discutiendo el número de refugiados a acoger, o las de Merkel y Rajoy hablando de Europa como lugar de acogida, pero insistiendo en el cálculo de reparto o en las obligaciones de Italia o Grecia de agruparlos y retenerlos primero para contarlos y repartirlos después.

También prolifera estos días en las redes sociales el testimonio gráfico de los refugiados de ahora al lado de los de hace solo unas décadas. Por ejemplo, de los miles de españoles que huían de los horrores de la guerra civil o de la durísima represión de la posguerra, o las de alemanes tras la derrota en la segunda Guerra Mundial.


Pero frente al dramatismo inmenso de las imágenes está la frialdad de los números, en los que esta tan escasa Unión Europea es experta.