Comentario difundido en el programa <Voces de Galicia>, que dirige Isidoro Valerio en Radio Voz, el 10 de febrero del 2016)
Empiezo a pensar que todo este lío en que estamos
metidos desde las elecciones del 20 de diciembre tiene mucho que ver
con el carnaval.
En un
artículo publicado ayer en La Voz de Galicia, el antropólogo Manuel Mandianes recordaba que en el carnaval <se saltan
los límites fijados por la tradición>. Y el 20 de diciembre
saltaron por los aires los límites que el bipartidismo había fijado
durante las últimas décadas.
Afirma
el antropólogo ourensano que <las relaciones de autoridad se
invierten>. Pues que el presidente del Gobierno y ganador de las
elecciones le diga al rey que renuncia a someterse a la investidura y
el segundo se presente voluntario parece una muestra clara de
inversión de las relaciones de autoridad.
Asegura
también que <se suspende el rigor de las normas>. Es decir,
que un líder político puede acudir en mangas de camisa a reunirse
con el jefe del Estado, aunque luego se ponga chaqueta y pajarita
para asistir a una gala de cine.
<Cuando
los ritos que eran puntos de referencia dejan de ejercer como tales,
los grupos inventan o recuperan otros que no se someten a reglas ni
reconocen más límites que el deseo>, sigue diciendo Manuel
Mandianes. Hasta ahora el ritual consistía en que un ganador claro
de las elecciones era elegido presidente sin mayor dilación. Pero
esos puntos de referencia que mencionaba el antropólogo se han
perdido y ahora el ganador se sienta a esperar mientras el cuarto
clasificado negocia con el segundo si admite al tercero en un pacto
de gobierno, aunque le dice que mejor sería hablar con el primero y
dejar al tercero.
Pero el
carnaval terminó ayer, dirá el lector con toda la razón. Es cierto, pero
eso refuerza aun más la comparación.
Tristemente.
Porque
hoy es miércoles de ceniza, el día que marca el inicio de ese
tiempo de ayuno y penitencia que es la Cuaresma. Pues la estrepitosa
caída de las bolsas, los augurios de que podemos estar ante una
nueva recesión y los avisos de Bruselas de que el Gobierno entrante
tendrá que volver a empuñar la tijera nos devuelve al mundo real. Y
a la evidencia de que se terminó el tiempo en que <la disolución
de la conciencia individual causa placer porque destruye las
barreras>, según también señala Manuel Mandianes.
Toca
volver a la cruda realidad.