lunes, 23 de mayo de 2016

COMUNIONES QUE PARECEN BODAS

Artículo publicado en el número 3 de la revista MAMI, de difusión gratuita en la ciudad de A Coruña en su versión impresa.  Para acceder a su versión digital, pulsa aquí

Da igual que no hayan vuelto a pisar una iglesia desde el bautizo. Da igual que la religión sea algo aparcado desde hace años y que no forma parte de sus preocupaciones ni de sus conversaciones, aunque no hayan dado el paso de proclamarse agnósticos o directamente ateos. Entre otras razones, porque semejante paso complicaría sobremanera que sus hijos hicieran la primera comunión. Para celebrar una gran fiesta, no por otro motivo.

Desde enero, si no empezaron antes, andan ya de cabeza muchos padres con los preparativos. Especialmente si es una niña la protagonista del acontecimiento. Empezando por elegir el vestido, tarea complicada por la amplísima variedad de la oferta. Desde las versiones más sencillas a sofisticados modelos que convierten a las niñas en reproducciones a escala de novias de diseño.

Elegido el vestido, hay que ocuparse de los complementos. Desde el bolsito o la limosnera hasta las guirnaldas de flores, pasando por los zapatos, los guantes y un sinfin de objetos más, que irán engordando la factura hasta niveles cercanos a los de muchas bodas.

Tampoco influye el hecho de que en no pocas parroquias hayan optado por sencillas túnicas como uniformidad para evitar escandalosas diferencias entre los pequeños que acuden al sacramento. Al salir de la iglesia se cambia la túnica por el vestido y asunto resuelto.

Porque después del acontecimiento religioso viene la comida con muchos invitados. El chocolate con churros que recordamos los abuelos, exclusivamente con padres, tíos y abuelos y que se tomaba en casa o en el bar de la esquina inmediatamente después de la misa, queda ya muy lejos. Pero también la comida más frecuente en la siguiente generación, que podría reunir a una veintena de familiares y algún amigo íntimo. La oferta para las comuniones llega ahora a banquetes que poco tienen que envidiar a los de boda, con todos sus detalles. Y cómoda financiación, faltaría más. Aunque la crisis ha traído también recortes por este lado.

Lo de la comunión en sí queda en estos casos en mera excusa para todo lo demás. Porque, si en lo tocante al bautizo han comenzado a proliferar ceremonias civiles que sustituyen la entrada en la comunidad cristiana por la bienvenida a la sociedad civil, en el caso de la primera comunión no es fácil encontrar el gancho que sustituya a la fiesta católica.

No falta quien apunte que la incorporación plena a la vida democrática con el estreno del derecho al voto podría ser una alternativa, especialmente si se adelanta a los 16 años, como piden cada día más voces. Pero para algunos sería esperar demasiado. Habrá que inventar algo. Para que siga la fiesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario