lunes, 16 de abril de 2018

UNA APP PARA ENTENDER

Texto publicado en el número 7 de la revista Mami  (aquí, su perfil de Facebook)


A mi nieta pequeña le sorprendió oírme discutir por teléfono con una teleoperadora.

- Abuelo, ¿por qué estabas enfadado?

- No estaba enfadado. Hablaba con una chica y, como no conseguía que entendiera lo que le quería decir, aunque se lo repetí varias veces, acabé levantando un poco la voz.

Con el desparpajo y la lógica inapelable de sus cinco años sentenció:

- Esa chica tiene que bajarse una app para entender.

Para que no notase mi sorpresa opté por quedarme callado.

Era la segunda vez en pocas horas que demostraba hasta qué punto lo que a los mayores nos costó aprender, <a ellos les viene de serie>, como describía gráficamente un amigo. El día anterior, ante un comentario de su abuela sobre lo que estaba viendo en la televisión, respondió: <Abuela, tu tele no tiene esta aplicación>.

La naturalidad con que los niños absorben y asumen las posibilidades que ofrece el rápido avance de las nuevas tecnologías garantiza que hay futuro por este lado, un futuro tan desconocido y abierto como es el presente si se mirara con ojos de hace solo tres décadas. Una garantía avalada por el agudo contraste con los sudores o largos minutos de sesuda interpretación que a los de una o dos generaciones anteriores nos cuesta asimilar esos avances. Eso si no producen un vértigo casi inasumible o directamente una renuncia a asimilarlos que envía directamente, como gustan de decir algunos políticos, a la papelera de la historia.

Esa misma naturalidad enciende alertas sobre los peligros de una inadecuada interiorización de esos avances. La imaginativa interpretación infantil de que puede existir una app que dote de la capacidad de entender es mera y simpática anécdota si se queda ahí. Pero nos llegan cada día muestras de las nefastas consecuencias que está teniendo el uso inadecuado de teléfonos móviles y redes sociales por no medir adecuadamente las consecuencias de acciones extremadamente sencillas de realizar, pero imposibles de controlar después en la inmensidad de la red.

A los niños de hoy <les vienen de serie> altas capacidades de asimilación de los avances tecnológicos.

Pero no tienen, ni tendrán, piloto automático.

Y tampoco los padres podrán apelar a <una app para entender> ni para educar.

Esa es una tarea que sigue siendo imprescindible, pero que se vuelve cada día más compleja y exige un grande, continuo y creciente esfuerzo.


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