Texto publicado en el número 7 de la revista Mami (aquí, su perfil de Facebook)
A
mi nieta pequeña le sorprendió oírme discutir por teléfono con
una teleoperadora.
- Abuelo, ¿por qué estabas enfadado?
- No estaba enfadado. Hablaba con una
chica y, como no conseguía que entendiera lo que le quería decir,
aunque se lo repetí varias veces, acabé levantando un poco la
voz.
Con
el desparpajo y la lógica inapelable de sus cinco años sentenció:
- Esa chica tiene que bajarse una app
para entender.
Para
que no notase mi sorpresa opté por quedarme callado.
Era
la segunda vez en pocas horas que demostraba hasta qué punto lo que
a los mayores nos costó aprender, <a ellos les viene de serie>,
como describía gráficamente un amigo. El día anterior, ante un
comentario de su abuela sobre lo que estaba viendo en la televisión,
respondió: <Abuela, tu tele no tiene esta aplicación>.
La
naturalidad con que los niños absorben y asumen las posibilidades
que ofrece el rápido avance de las nuevas tecnologías garantiza
que hay futuro por este lado, un futuro tan desconocido y abierto
como es el presente si se mirara con ojos de hace solo tres décadas. Una garantía avalada por el agudo contraste con los sudores o largos
minutos de sesuda interpretación que a los de una o dos
generaciones anteriores nos cuesta asimilar esos avances. Eso si no
producen un vértigo casi inasumible o directamente una renuncia a
asimilarlos que envía directamente, como gustan de decir algunos
políticos, a la papelera de la historia.
Esa misma naturalidad enciende alertas sobre los peligros de una
inadecuada interiorización de esos avances. La imaginativa
interpretación infantil de que puede existir una app que dote de la
capacidad de entender es mera y simpática anécdota si se queda ahí.
Pero nos llegan cada día muestras de las nefastas consecuencias que
está teniendo el uso inadecuado de teléfonos móviles y redes
sociales por no medir adecuadamente las consecuencias de acciones
extremadamente sencillas de realizar, pero imposibles de controlar
después en la inmensidad de la red.
A
los niños de hoy <les vienen de serie> altas capacidades de
asimilación de los avances tecnológicos.
Pero no tienen, ni
tendrán, piloto automático.
Y tampoco los padres podrán apelar a
<una app para entender> ni para educar.
Esa es una tarea que
sigue siendo imprescindible, pero que se vuelve cada día más
compleja y exige un grande, continuo y creciente esfuerzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario